Bienvenido a nuestra casa!!!
Sabes lo que cuesta, el esfuerzo que
supone. Muchas veces tus padres tienen que coger el coche y subirte a entrenar.
A veces es alguien del club. Pero ahí estás…
Finales de Agosto. Tampoco sabes que
pintas ahí. El sol castiga por la tarde las instalaciones deportivas de Selaya.
Algunas veces subiste en el pasado a jugar ahí. Pero ahora es distinto, ahora
eres una de esas que se ha atrevido, que ha dado un paso adelante, que ha
decidido sacrificar algunas(muchas) cosas por jugar para Selaya. Tampoco
sabrías decir que fue lo que propició todo, lo que llamó tu atención, lo que
despertó en tu interior el gusanillo del basket, lo que te hizo querer vestirte
de rojo y blanco y competir por la región llevando el nombre de Selaya en tu
equipaje… No, no lo sabes.
Hoy se entrena, es principio de temporada
y tu entrenador intenta exprimirte al máximo. Intentas dar lo mejor de ti
porque sabes que llegaran días en que esa carga de trabajo será necesaria. El club
para el que juegas ahora intente siempre llegar al máximo, intentar alcanzar
cada año una meta un centímetro más lejos que el año anterior. Y tu crees en
eso, crees en dar lo mejor de ti por el bien colectivo. Crees en Selaya.
El entreno acaba y tu entrenador comenta
que, el próximo día, habrá partido amistoso, el primero de la temporada. Abre
una vieja caja de cartón y reparte los equipajes entre tus compañeras y tu. Una
camiseta y un pantalón blanquirrojo están en tus manos y un dorsal a la espalda
de la camiseta. El sábado hay partido.
Miras al techo del “poli” (como llaman al
campo las de Selaya) y ves los campeonatos conseguidos por el club, con las
banderolas que los recuerdan colgadas del techo. Lucharas para ser parte de esa
historia, quieres ser parte de su historia…
“Preparate Selaya, recordaras mi dorsal
para siempre…” piensas. Aprietas fuerte el equipaje en tu mano, bajas la cabeza
y caminas hacia el vestuario.
En el fondo algo te dice que naciste para
jugar aquí.
Bienvenida a casa!!!.
Vamos Selaya!